Tu beso
Si quisiera hablar de tu beso, no hablaría de tu boca que cubre la mía, tanto exigente como suplicante.
No.
Si quisiera hablar de tu beso, hablaría de mi boca que espera y se rinde a los caprichos de la tuya; hablaría de la saliva que fluye debajo de mi lengua; y del sabor de más que se queda en el después.
Si quisiera hablar de tu beso, hablaría de mi piel que cosquillea, que siente tu presencia en cada milímetro expuesto, en cada poro oculto, en cada surco desconocido. Mi piel que anhela tu roce desde las plantas de los pies hasta el cuero cabelludo. Mi piel que inventa chispas que me avergüenzan por denunciar cuánto mi cuerpo está adicto a tu tacto.
Si quisiera hablar de tu beso, hablaría de la respiración que de mí sale enviándote los sorbos de vida que a ti dedico.
La vida que me deja y te toma.
La vida que se me escapa y te adona.
Vida que respira un aliento que ya no es mío.
Es nuestro.
Si quisiera hablar de tu beso, hablaría de mis manos que corren alrededor de tu nuca, se enredan en tu cabello y se quedan atrapadas en tu perfume que se aloja allí.
Perenne
Incesante
Tóxico
Y hace que, cada vez que me ponga las manos bajo la barbilla para pensar en ti, te piense aún más.
Si quisiera hablar tu beso, hablaría de mis ojos que se ponen cerrados para que yo pueda sentirte mejor, pero que extrañan tu rostro tan cerca del mío.
Si quisiera hablar de tu beso, ah, pero por supuesto que no quiero hablar…
¡Ven y bésame!